21-01-2021 | Desde el EPM exD2 despedimos con respeto al compañero Eduardo Arroyo. Apodado Maestro y Fatiga, fue militante en la década de 1970 y estuvo una década preso por razones políticas. Saludamos especialmente a su familia que, junto a compañeros y compañeras, esparció sus cenizas en nuestro Río Mendoza.
Eduardo Arroyo nació en 1951, el 25 de octubre, en un campamento petrolero del extremo norte de Salta llamado Vespucio. Tiempo después se trasladó junto a su madre a la ciudad Capital norteña, allí transitó su infancia y primera juventud. Estudió en la Escuela Normal de Salta, se recibió de maestro y con el título en mano se trasladó a Tucumán para comenzar la carrera de abogacía en la Universidad Nacional.
Durante esos años de estudio se casó, muy joven, y con su compañera tuvieron dos hijas. También inició su actividad política dentro del PRT-ERP. En 1974 integró la Compañía de Monte Ramón Rosa Giménez que intentó la llegada al Regimiento 17 de Catamarca para proveerse de armamento. En este frustrado operativo, cuyo corolario es conocido como la Masacre de Capilla del Rosario, Arroyo fue herido gravemente. Por la acción de auxilio de sus compañeros, que lo arrimaron a una vivienda del lugar, salvó su vida, aunque quedó detenido.
Permaneció casi 10 años preso en distintas unidades penitenciarias, el mayor tiempo en Rawson. Sus compañeros lo recuerdan muy joven, delgado como una varilla, cálido, sociable y de “gran conciencia militante”. También dicen que enarbolaba con orgullo su condición de maestro y se ofrecía a todo aquel que necesitara o deseara refrescar conocimientos, solía abocarse a esta tarea especialmente en Pabellón 1, poblada por trabajadores rurales tucumanos. Firme pero tranquilo, de andar cansino, Eduardo también acuñó el apodo de “Fatiga”.
Con la restitución de la democracia fue liberado y regresó a su Salta natal. En contacto con los organismos de derechos humanos de esa ciudad conoció a su compañera Mirta Mosa, también maestra, con quien compartió la vida hasta sus últimos días. Junto a ella se reinsertó en la docencia y ejercieron en la misma escuela hasta que él decidió dedicarse al comercio. En los años noventa resolvió extender su negocio hacia Mendoza para sustentar a la familia que se había ampliado con dos varones y una niña. Apegado a sus afectos, disfrutaba del boxeo y era hincha incondicional de San Lorenzo de Almagro.
A lo largo de su vida Eduardo Arroyo mostró interés por la lectura de textos políticos y de economía, mantuvo intacta sus convicciones y estaba siempre predispuesto al debate. Hizo de su casa un lugar de puertas abiertas al que compañeros y compañeras podían llegar sin anunciarse. Sus rasgos distintivos fueron la solidaridad y un especial sentido del compañerismo, legado profundo de los ‘70.
Falleció en la madrugada del 15 de enero de 2021.
¡Hasta la Victoria Siempre, Maestro!